El Arte Bizantino Occidental de los siglos VI-VII

Rávena, Italia, siglo VI. Visitamos no un reino sino un exarcado bizantino, es decir, un gobierno dependiente de Constantinopla. Lo hacemos para analizar, de forma breve, tres iglesias: San Apolinar el NuevoSan Apolinar in Classe y San Vital. Veremos además en los tres templos lo que define la principal característica que une al exarcado, el nexo entre oriente y occidente, un vehículo para encumbrar el poder real del emperador (con un ejemplo en forma de políptico en marfil). Veremos pues, de forma resumida, su arquitectura y su arte musivario (sus mosaicos) que, junto con las características paleocristianas y bizantinas, cierran un apartado concreto de la historia del arte.

Basílica de San Apolinar El Nuevo, Rávena, © Alice90

Iglesia de San Apolinar el Nuevo San Apolinar del Puerto «in Classe»

La primera, de época ostrogoda, años 493-526, y estando al principio adscrita al culto arriano, se convierte al culto católico bajo la advocación de San Martín. Las dos muestran planta basilical de tres naves separadas por columnas con sus capiteles al estilo bizantino, es decir, capiteles menos vistosos que los antiguos romanos. Son capiteles denominados teodosianos, y se caracterizan por ser de acantos espinosos. Llevan además pulvinos o ábacos para aguantar el peso de los arcos.

Ambas iglesias están dedicadas a San Apolinar, la una consagrada en el año 549 por Maximiano y la otra poco después, en 558. Apolinar acompañó al apóstol Pedro, y por éste fue mandado a Rávena para predicar el evangelio. La basílica del puerto debe su nombre a la ubicación del templo, en el barrio del puerto, a cinco kilómetros del centro de la ciudad, donde se ubica la otra, la de San Apolinar el Nuevo.

Iglesia de San Vital

Iniciada por el obispo Eclesius entre los años 521 y 534, se dice que la financió el banquero Juliano Argentarius. Esta iglesia, construida también en ladrillo, muestra planta octogonal con cúpula en su centro sostenida ésta por ocho pilares macizos. En este templo se pasa del octógono de la planta a la forma esférica. La cúpula se eleva gracias a las galerías y gracias también al tambor cilíndrico que vemos sobre los arcos. A su vez, y en cada uno de los lados del octógono, vemos un ábside; el del presbiterio, llamado también bema, es más amplio pues así lo exige la liturgia bizantina. Rodeando al octógono central vemos que corre la galería baja, de planta poligonal, y sobre ella se encuentran las tribunas para el gineceo, es decir, la estancia reservada para las mujeres.

Y, si comparamos San Vital con la Iglesia de los Santos Sergio y Baco veremos semejanzas, pero mientras que en la segunda su centralización se define como un octógono en un cuadrado, en la primera apreciamos que es un octógono puro, tanto en el exterior como en su perímetro e interior. Además, San Vital ejercerá influencia en la posterior arquitectura centralizada prerrománica, como en la capilla Palatina de Aquisgrán, ya que su nártex flanqueado por torres marca un eje direccional desde su entrada que no se corresponde con el que cruza la nave central hacia el altar, alejándose así de la arquitectura romana imperial.

Los mosaicos

Sus fragmentos cubren paredes preparadas con dos o tres capas de mortero y simbolizan el esplendor, la magnificencia del Imperio Bizantino. En cuanto a lo técnico, acompañado de lo simbólico y de lo artístico, resalta la ingeniosa aplicación de los cubos de vidrio, más ligeros, y que reflejan una luz que se funde con piezas oscuras. Por otra parte, sus colores, pues otra de las características es la riqueza cromática, brillan como brilla el poder y el lujo, y como brilla la luz, la divinidad. Este arte del mosaico bizantino tiene como gran precedente al arte y a la política del Imperio Romano y al posterior arte y simbología del mundo paleocristiano. Y así es que nos encontramos en el Exarcado de Rávena, en tres de su templos más importantes, para analizar lo más relevante de su decoración musivaria, es decir, para estudiar sus mosaicos.

Decoración Musivaria en la Iglesia de San Apolinar el Nuevo

Destacan los mosaicos de la nave central. Los más antiguos datan de la década de los veinte del siglo VI y pertenecen a la parte superior. Los de la parte inferior fueron realizados alrededor de los años 40 del mismo siglo y sustituyen a los de la época del Rey Teodorico (474-526).

Interior de San Apolinar el Nuevo, Nave central, Procesión de santos mártires © Hiro-o

Parte superior: los vemos sobre las ventanas y son 26 paneles que muestran la vida de Cristo: sus milagros y el ciclo de la Pasión. En el espacio entre ventanas se aprecia la decoración a base de figuras de profetas y patriarcas.

Parte inferior: a uno de los lados vemos santos y al otro vírgenes en procesión. El primer séquito, encabezados por San Martín, se encamina hacia un Jesús entronizado y flanqueado por ángeles; el segundo, junto a los tres Reyes Magos, hacia la Virgen María con el niño.

Viendo ahora las similitudes entre los frisos se analizará el resto de características. Así, bajo el fondo dorado se muestra la vida y la ciudad bizantina, el cesaropapismo, es decir, la unión entre lo político y lo religioso. Pero también vemos, en lo artístico, ausencia de perspectiva, rigidez en las figuras, frontalismo en los cuerpos y rostros e individualización de los personajes. Y vemos además, acompañado de una profunda expresividad, una especie de abstracción en los rasgos más importantes de los personajes. Vemos pues el llamado carácter intemporal del mosaico de bizancio. No podemos olvidar la suntuosidad en los ropajes y joyas de las mujeres, característica clave en esta primera edad de oro bizantina.

Palacio y edificios antiguos de Rávena, San Apolinar El Nuevo, © Bot

El cortejo de santos parte de la propia ciudad de Rávena. En un primer plano del mosaico vemos el palacio y tras éste monumentos cupulados, baptisterios, y tejados a dos aguas. Se trata de una vista muy sugerente de la antigua ciudad. Las vírgenes, por su parte, salen en procesión del barrio del puerto, in Classe, cercado por murallas.

Mosaico del Puerto di Classe, San apolinar El Nuevo, © Ptyx

Decoración Musivaria en la Iglesia de San Apolinar in Classe

Destaca su ábside y arco de triunfo, donde se muestra a San Apolinar orando a la antigua, es decir, con los brazos extendidos y las palmas hacia arriba, junto a seis corderos a cada lado. Sobre el santo aparece una gran cruz dentro de un medallón con fondo a base de estrellas. Y, lo que verdaderamente destaca del ábside no es la decoración en sí sino su simbolismo, es decir, lo artístico.

Ábside de San Apolinar in Classe, © Werner

¿Qué es lo que se muestra? la mano de Dios que asoma del cielo y a sus lados las figuras de Moisés y Elías, más tres corderos que representan a los santos Pedro, Santiago y Juan. Una novedad a la hora de tratar la transfiguración. Ya en el arco, y del siglo VII (incluso del IX), se representa al Cristo Pantócrator con el Tetramorfos, que representa los cuatro elementos (los cuatro evangelistas) donde Cristo sería el quinto, el unificador. Además del Tetramorfos aparecen los doce corderos que salen de Jerusalén y Belén que también se dirigen hacia Cristo.

Mosaico del ábside, detalle de la cruz, San Apolinar in Classe, © Incola

Decoración Musivaria en San Vitale

Por último se analizan los considerados como mosaicos más bellos de la ciudad de Rávena. Y, aunque con el tiempo muchos de ellos han perdido la gracia de antaño, todavía quedan intactos aquellos que decoran el presbiterio, el ábside y la cubierta. Se trata de mosaicos que siguen la estela del siglo precedente, como los ejemplos del mausoleo de Gala Placidia, pero la gama de color es más copiosa, mucho más rica. Vemos así más que los verde-azul y oro del mausoleo. En San Vital apreciaremos azules claros, violetas, variedad de grises e incluso los conocidos como tonos rojos de sangre de buey. El oro, por supuesto, también aparece, pero no tanto como para apagar la fuerza de los otros colores. Sobre todo el que aparece en la bóveda del ábside, es un arte que recuerda al helénico, de vivos colores y perspectiva, de movimiento, de vida. De ahí su fama. Por otra parte muestran una temática variada en motivos que pertenecen tanto al Antiguo como al Nuevo Testamento y que se analizarán seguidamente.

Ábside

Siguen la estela del siglo anterior e influenciarán notablemente en la basílica romana de Santa María Maggiore. En la bóveda destaca la figura de Cristo joven con cabello corto y un nimbo (la aureola, el halo místico). Lo vemos sentado sobre la bola del mundo ataviado con una túnica púrpura flanqueado por dos ángeles, San Vital y el obipso Eclesio. El santo, vestido a la manera de la corte, recibe de Cristo la corona de su martirio mientras que Eclesio presenta una maqueta de un templo, su propia iglesia. La escena muestra las figuras sobre un fondo florido irrigado por los cuatro ríos del Paraíso. Lo que se aprecia en las enjutas, es decir, en las pechinas, son las ciudades de Jerusalén y Belén, ciudades que simbolizan el origen y destino del ser humano, judaísmo y antiguo testamento, y cristianismo y nuevo testamento.

El resto de las escenas del presbiterio es eucarístico. Vemos numerosas escenas de sacrificios. Así tenemos a Abraham, recibiendo a los ángeles (la trinidad) y que junto a Jeremías y Moisés, éste recibiendo las tablas de la ley, ofrece a su hijo Isaac. También, en el tímpano de la derecha, vemos a Abel y Melquisedec ofreciendo sacrificios. El primero ofrece al cielo un cordero y el segundo una copa sacramental y dos panes-hostias. En su centro vemos una corona con el cordero, que representa a Jesús, asido por cuatro ángeles. Son temas ya representados en Siria y Palestina desde el siglo III. Pero son temas que no se emplearán mucho más en la historia del arte y suponen, por tanto, el final de una etapa en el arte cristiano.

En el centro del ábside aparecen Justiniano y Teodora representando el poder político y religioso.

Y lo que se muestra es el oblatio, o lo que es lo mismo, una ofrenda, y en la que el emperador se presenta como máximo pontífice. Por eso lo vemos portando corona y halo de santidad, además de llevar en sus manos una bandeja de oro. Por eso le vemos acompañado del arzobispo Maximiliano, cortesanos y guardias. Todo lo que se muestra de los personajes es alargado, las túnicas ayudan al efecto. Y no se aprecia perspectiva, todo sucede bajo un fondo dorado, otorgando a la escena la planitud de lo sacro. Van a realizar una misa, de ahí que muestren al espectador una patena, una cruz, evangelios e incienso.

Justo al otro lado vemos la escena que protagoniza la emperatriz, portando un cáliz de oro, y ataviada de joyas, diadema y collar, además de su túnica púrpura con bordados de oro mostrando el cortejo de los reyes magos. No es la única bien ataviada, el resto de su séquito también se muestra bien engalanado. Todo transmite lujo y poder. Como diferencia respecto al otro mosaico presidido por el emperador, vemos que este fondo sí muestra variedad de objetos y tonos, y no sabemos si Teodora sale de palacio o de un interior sagrado. Este oblatio, con precedente en el Imperio Romano, que nunca llegó a realizarse pues los emperadores no viajaron a Rávena, pretende hacer justicia divina, es decir, el triunfo del cristianismo sobre la considerada herejía arriana, y, a su vez, la unión entre Cristo y Justiniano. Esto situaba al emperador bizantino como intermediario entre el mundo terrenal y el divino. Él debía hacer triunfar el reino de Cristo en la tierra.

El Marfil/Díptico Barberini

Por último se analiza este famoso políptico en marfil, que pertenecía a la colección de la familia Barberini, y que ahora se encuentra en el museo del Louvre, en París, que manifiesta la riqueza material y la calidad técnica de la eboraria bizantina.
Y, es este ejemplo, como también lo son los mosaicos y las pinturas de Bizancio, otro ejemplo del ya citado en la introducción vehículo para encumbrar el poder real del emperador. Veamos sus partes, pues se dividen en cuatro, analicemos su significado.

Marfil/Díptico Barberini, siglo VI, Museo del Louvre, París

Volvemos de nuevo al tema central de cesaropapismo, es decir, la relación entre lo sagrado, lo divino, y el poder, lo mundano. En su placa central, casi en altorrelieve, se muestra la imagen de un soberano a caballo. Esto se trata de una referencia clásica, es decir, que el emperador toma como modelo los antiguos retratos ecuestres del Imperio Romano. Interesante se torna la figura que le sostiene la lanza al emperador. Hay quien le toma por un sometido pero los hay también que creen que se trata de un aliado. Su aspecto y su mitra ayudan a identificarlo con un persa. Es por eso posible que el emperador retratado sea Zeno o León I el Grande, ya que Anastasio tuvo que lidiar durante años con los persas y en el caso de Justiniano el modelo es clásico, no correspondiéndose con su acostumbrada idealización.

Ya en la placa superior vemos el reconocimiento divino y en la inferior el sometimiento de los vencidos. En la superior, y en el centro, vemos a Cristo en un clípeo (medallón) todavía imberbe y bendiciendo a la griega, sostenido por los ángeles que le flanquean. En la inferior los protagonistas son los llamados bárbaros, que, de distinta procedencia, ofrecen todo tipo de objetos: coronas, colmillos, especias, e incluso fieras. Dos placas más completan la obra. Una ha desaparecido y la otra muestra a un criado entregando al emperador una pequeña figura que simboliza la victoria.

¿Qué sigue mostrando la obra?

Una exaltación de poder distinta a la de su tiempo. Y es que no vemos rigidez, hieratismo. Tampoco apreciamos frontalidad. Vemos de nuevo una referencia clásica, y la notamos en el realismo de la obra, en la minuciosidad de la representación. La vemos en la anatomía del caballo y en los pliegues del ropaje. En cualquier caso no supera ni iguala al arte clásico pues carece de profundidad, de perspectiva. Lo que domina la escena es la imagen del soberano, desproporcionado respecto a todo lo que vemos. Una vez más, aunque parezca que todo cambie, todo sigue igual. Aquí, lo que importa, es el triunfo del emperador que aparece en la obra.

Conclusión

Sus artífices son considerados expertos en la técnica del mosaico y fueron quienes ejercieron influencia tanto en el arte islámico de los omeyas como en la llamada segunda edad de oro del arte bizantino. Y de esta manera, su arte será requerido tanto en Oriente Próximo como en el Este de Europa. Su arte nos habla de una cosmogonía oriental, es decir, de la peculiar forma que a lo largo de los siglos, desde su punto de vista, se muestra el origen del mundo.

Mosaico de Cristo (modelo sirio), San Vital de Rávena, detalle, © Jansoone

Bibliografía consultada

(2011) TUSELL GARCÍA, G.: La arquitectura en el exarcado de Rávena. El Arte Bizantino de los Siglos VI y VII. Historia del Arte de la Antigua Edad Media. Manual-UNED, Madrid.

2011) TUSELL GARCÍA, G.: Talleres imperiales y trabajos en marfil. El Arte Bizantino de los Siglos VI y VII. Historia del Arte de la Antigua Edad Media. Manual-UNED, Madrid.

(1980) PIJOÁN, J.: Las iglesias de Rávena del siglo VI. Arte Bizantino, vol. VII, Summa Artis. Espasa-Calpe, Madrid.

(1980) PIJOÁN, J.: Los dípticos consulares. Arte Bizantino, vol. VII, Summa Artis. Espasa-Calpe, Madrid.

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